Revista Vegetus nº 41 (Octubre-Diciembre 2021)

“El impacto ambiental de la carne no se limita solamente al cambio climático, incluye otros aspectos como el despilfarro de agua, la deforestación o la pérdida de biodiversidad” Pero, en una época marcada por la pandemia en que la gente ya está cansada de las continuas restricciones, ¿se puede dejar la decisión al libre albedrío del consumidor o habría que imponer restricciones de consumo? Los datos ofrecidos por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación indican que en el año 2020 se rompió la tendencia a la baja y la permanencia en casa por la pandemia conllevó un incremento del consumo de carne (aumentó un 10,5%). Como vemos, en un período de presión por la pandemia, en el que sabemos que muchas personas empezaron a prestar más atención a su alimentación para que fuese más saludable, se registró un notable aumento del consumo de carne per cápita, sin duda porque otros consumidores aumentaron su ingesta habitual. Este dato no es nada alentador, pues pone en duda la confianza en que los consumidores por sí solos puedan regular su consumo. NO MATEN AL MENSAJERO El pasado 7 de julio, el Ministerio de Consumo lanzó la campaña #MenosCarneMásVida que busca concienciar a los ciudadanos sobre los efectos del elevado consumo de carne en la salud y la cantidad de emisiones de gases invernadero que provoca la ganadería intensiva. Con un video del propio ministro Alberto Garzón, la reacción no se hizo esperar, generando airadas críticas, burlas y ataques por parte del sector 20 <strong>Revista</strong> <strong>Vegetus</strong>, octubre de <strong>2021</strong> www.unionvegetariana.org

ganadero y la industria cárnica, así como de los partidos de la oposición, que casi interpretaron la iniciativa como una postura ideológica. Pero todo esto no es una idea brillante suya, no es nada nuevo, simplemente pone de manifiesto lo que muchos nutricionistas, científicos, expertos y organismos como la OMS, la ONU o el IPCC vienen recalcando desde hace tiempo. Incluso la iniciativa de Garzón contó con la desaprobación del ministro de Agricultura, Luis Planas, y del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lo cual refleja la actitud tremendamente hipócrita de parte del Gobierno al evitar abordar un problema sobre el que saben que tienen que actuar, tanto a nivel local como en coordinación con las políticas de la Unión Europea. De hecho, en el informe España 2050, presentado recientemente por el propio presidente Sánchez, ya se afirma que «en las próximas décadas, la población española tendrá que reducir su ingesta de alimentos de origen animal» ya que reconoce que «el consumo de carne de la población española es entre dos y cinco veces superior al recomendable». Afortunadamente, otras voces se alzaron para respaldar la iniciativa de Garzón al considerarla «acertada, oportuna y necesaria». Pero a pesar de todas estas advertencias y recomendaciones, la mayoría de los consumidores se ven incapaces de reducir sus hábitos carnívoros después de tantos años de consumo. Y están aún menos motivados porque los precios de la carne son bajos. PRECIO Y COSTE REAL, DOS COSAS MUY DISTINTAS Actualmente el consumo generalizado de carne se sostiene mediante el impulso de las políticas públicas a la producción industrial de carne barata, que externaliza los graves impactos medioambientales, sociales y de salud que produce, y que por tanto no repercute en su precio de comercialización. Los bajos precios de la carne enmascaran una serie de costes ocultos y no reflejan la realidad, y su precio sería mayor si se internalizasen en el producto. La Coalición TAPP (True Animal Protein Price, Precio Verdadero de la Proteína Animal), a la cual está adherida la Unión Vegetariana Española, ha lanzado la iniciativa Carbon Pricing of Food con el lema #Future- FoodPricing, para pedir a los gobiernos que apliquen a los alimentos unos precios o impuestos acordes con su huella climática. Además, los precios son bajos porque están fuertemente subsidiados. Resulta contradictorio que la Unión Europea por un lado diga que hay que cambiar hacia dietas más saludables reduciendo el consumo de carne y por otro lado destine dinero público a subvencionar la industria cárnica. Sin duda, una industria que sigue teniendo mucho poder económico y político. “El consumo generalizado de carne se sostiene mediante políticas para abaratar su producción, externalizando el grave impacto medioambiental” Reportaje Menos carne, más vida IMPUESTOS A LA CARNE Las buenas intenciones de los consumidores por sí solas no bastan para marcar una diferencia a menos que estén respaldadas por políticas que incentiven un consumo más sostenible. Una forma indirecta de imponer restricciones es gravar con mayores impuestos. Es una medida que se usa para desincentivar el consumo, y en los países que se ha implementado se ha visto que funciona. En nuestro país ya se aplica a productos como el tabaco o el alcohol, y desde el 1 de enero el IVA de las bebidas azucaradas ha pasado a ser del 21%. Ahora el Ministerio de Consumo se está planteando incrementar los impuestos a los alimentos insanos y la comida basura. ¿Se podría aplicar también a la carne? En España los productos cárnicos soportan un IVA reducido del 10% desde 2012, cuando se subió el anterior tipo del 8% en todos los productos alimenticios, mientras que los productos lácteos soportan el IVA superreducido del 4% por ser considerados alimentos de primera necesidad. Pues bien, en Alemania, el debate ya está sobre la mesa: políticos de diferentes partidos están de acuerdo en valorar que se eleve la imposición de la carne hasta el tipo de IVA general (19%), ya que ahora está gravada con el tipo reducido del 7%, una medida no exenta de polémica. Diversos organismos e instituciones proponen utilizar los impuestos para regular el precio de la carne, con el fin de desincentivar su consumo por un lado, pero también para compensar las consecuencias negativas para el medio ambiente y la salud. EL FUTURO EMPIEZA HOY En resumen, consumimos demasiada carne, una carne que contamina nuestro planeta, daña nuestra salud y perjudica a los animales. Además, es una carne barata porque su precio no se corresponde con el coste real que conlleva. Algunos consumidores ya han tomado la iniciativa hacia un consumo más responsable, pero han de ser los gobiernos los que impongan medidas para reducir el consumo hasta cifras razonables, para mitigar el colapso ambiental y sanitario. Y ha llegado el momento de hacerlo. No nos podemos permitir el lujo de esperar más tiempo. · Puedes leer el artículo completo, incluyendo todas las referencias citadas, en la web de la UVE haciendo click aquí. David Román Presidente fundador de la Unión Vegetariana Española (UVE). www.unionvegetariana.org <strong>Revista</strong> <strong>Vegetus</strong>, octubre de <strong>2021</strong> 21